En los últimos años el motor diésel y su reputación han caído en picado conforme crecía la preocupación ambiental en las ciudades. La actual vicepresidenta española y ministra de Transición Ecológica Teresa Ribera afirmó en 2018 que se trata de un problema de salud pública y que “el diésel tiene los días contados”. En ciudades como Madrid y Barcelona, así como en varios países de Europa, han comenzado a tomarse medidas y a aplicar restricciones a vehículos antiguos para reducir los niveles de polución. Casos de fraude como el llamado Dieselgate, en el que un fabricante de coches falsificaba los resultados de los controles en los diésel, no hacen más que evidenciar el gran alcance de la problemática actual y la pérdida de credibilidad de la industria.